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viernes, 26 de febrero de 2021

SIEMPRE

 

SIEMPRE


 Siempre fue importante la edad, pero ahora más. No sé si son de aquellos que según iban cumpliendo años, veían los logros de los ilustres para quedarse con un palmo de narices en la comparativa.  Yo alguna vez lo hice. Tengo fácil la defensa… ya saben que soy masoca.  Ahora, en esta pandemia, las edades cuentan a la hora de vacunarse. En el baile cotidiano de cifras, vamos contando hacia delante y hacia atrás según profesión, orden de prioridades y edades. Como hay variantes en las vacunaciones porque de momento hay tres vacunas- hasta que la europea venga a sacarnos de restricciones- la resolución del problema se complica.  Aunque de la rusa no hay mucha noticia de compra, con las otras dos ya podemos hacer un combo, con las especificaciones de una y otra, según los pacientes y sobre todo las variantes de edades.                                                                                            

Nunca fuimos Amparo Butrón, ni yo, muy duchas en las matemáticas. No sé si sus hijos habrán heredado eso de su madre. De mis hijos ya les digo que los varones no, pero la niña me temo que es del club de los nefastos para las ciencias, para su desgracia y la mía que no paro de pagar clases de matemáticas, en tal cuantía que creo que el profe tiene ya una parcelita apalabrada a costa mía.                                                                                                      

Como les decía, ahora hacemos cuentas- al menos yo- de cuándo nos tocará catar vacuna que no queremos exponernos y ya vamos hartándonos de no ver a nadie, de no quedar con nadie y de usar eso tan recurrente en estos tiempos de “cuando termine todo esto , ya nos vemos y quedamos”                                                                                                                                            

 Se me va a pasar el arroz de la madurez otoñal,  convertido en almidón de ropa si no me vacuno pronto, que llevo desde antes de la reclusión forzada sin ver a nadie, sin abrazar a nadie y sin pelearme con nadie porque la mascarilla te atenúa hasta las vibraciones bucales y ya ni siquiera se sabe lo que dice cada cual.                                                                                        

No me quejo, sigo aquí mientras otros muchos más ilustres y con más logros que yo, se fueron a costa de esta jodida pandemia. Es una tragedia que solo valoraremos (por unos segundos) cuando volvamos a la normalidad. Luego,  olvidaremos con tanta rapidez como cada año -de antes de esto- olvidábamos a los pobres que caían con la gripe, con el cáncer o con cualquier enfermedad de éstas que no nos extinguen como especie,  pero nos hacen bien la puñeta. Estamos pelín endiosados y si no me creen revisen los videos de “La isla de las Tentaciones” que no es más que metáfora de vida donde se llora por lo que se pierde para volver a caer en la misma pandemia. Si me dispensan, vuelvo a mis tiempos de ajustar fechas y hacer malabarismos matemáticos, que ya saben que soy reacia pero es estrictamente necesario, porque el deseo de “Volver” es muchísimo más que una ranchera.

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